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09/Febrero/2017
09/Febrero/2017
Artículo Único
Angel Mario Ksheratto
¿Quién podrá liderarnos?
Desde que Donald
Trump desencadenó su odio contra México, en el país ha surgido un
nacionalismo con pocos precedentes en su historia; la independencia, la
revolución y las reformas de Lázaro Cárdenas, despertaron al mexicano
bronco, contestatario, determinado. En esos tres episodios de la vida
nacional, hubo personajes que encabezaron al pueblo mexicano en su
lucha. Hombres de valía moral, independientemente de sus yerros humanos.
Los logros están a
la vista hasta el día de hoy, cuando la circunstancia impuesta por un
presidente estadounidense ruin, xenofóbico, racista, demente, agresivo,
impopular, amenazante, grosero e ignorante entre muchos defectos más,
reúne a los ciudadanos para reclamar, exigir e imponer el respeto que la
patria se merece ante un hombre irracional que pretende gobernar con el
intestino grueso y no con el cerebro.
Todo bien hasta
ahí. México unido contra la perversidad y el avasallamiento verbal; el
país de pie, dispuesto a confrontar y enfrentar las agresiones. La
nación entera contra un poderoso que no escatima recursos retóricos para
intentar doblegar la dignidad de sus vecinos.
A la par del
encendido nacionalismo, han surgido dudas respecto a quien deba liderar
el movimiento que se endereza para frenar las pretensiones del
mandatario estadounidense. De sobra sabemos que el presidente Enrique
Peña Nieto, carece de los arrestos necesarios para siquiera enseñar a
Trump, las mínimas reglas de la vecindad.
La solvencia moral
del señor presidente, quedó socavada desde que cometió el imperdonable
error de invitar al aludido, cuando todavía era candidato presidencial.
Peor aún: los recurrentes escándalos de corrupción cometidos por él, su
familia y cercanos suyos, le tenían prácticamente fuera de toda
posibilidad para representar a la institución presidencial.
Las decisiones
económicas mal encaminadas y dolosamente estructuradas para afectar a
los mexicanos, han sido otras de las razones por las que Peña, tiene
vedada la capacidad institucional de liderar al país en éstos momentos
de crisis e intimidaciones de Trump, su gabinete y una porción de
estadounidenses que comparten el odio de éste. Descartado, entonces,
para liderar la lucha que día a día, se agrava.
Los partidos
políticos y el Congreso de la Unión, tampoco tienen al hombre idóneo
para encabezar y fortalecer la unidad nacional que se está formando en
todo el país. Hay una razón para entender ese asunto: muchos de los
nombres que en algunos sectores se mencionan, son proclives al
caudillismo mesiánico, condición que nos desfavorece, en virtud de estar
éstos, tras un propósito personal, no en busca del bien común.
La Iglesia, dada
su postura frente a temas sociales delicados, también queda fuera. El
Ejército ha dado claras muestras de hartazgo y cansancio desde que
inició la guerra contra el crimen organizado, de donde los militares no
han salido bien librados. ¿Quién, entonces? El debate sobre el tema, se
antoja largo.
Pero también abre
la esperanza de que surja un espontáneo; uno que no quiera llevar agua a
su molino. Quizá un colectivo, un colegiado que de voz y resistencia a
los mexicanos sin caer en la tentación de acaparar votos y miradas de
cara al 2018 u otras elecciones posteriores. Todo esto nos habla que
tenemos un déficit de líderes en el país.
Haciendo memoria,
los dos últimos mexicanos que tuvieron un liderazgo visible (si fueron
bueno o malos, cada uno debe decidirlo) fueron Cuauhtémoc Cárdenas
Solórzano y Roberto Madrazo Pintado. Curiosamente, ambos fueron
candidatos presidenciales y ninguno alcanzó su objetivo. No fueron
liderazgos nacionalistas, sino meramente partidistas, pero mostraron
dotes y capacidad de convocatoria, amén de sus métodos para lograrlo.
Hoy mismo, no
tenemos un solo ciudadano que convoque, que convenza, que atraiga, que
arrastre o empuje. Y menos, de la clase política o gobernante; no hay ni
en la derecha, ni en la izquierda. Tampoco en las universidades ni en
los sindicatos, en las iglesias o cualquier otra institución.
A lo anterior
agreguemos que a pesar de todo, hay quienes, desde ahora y sin tener los
méritos, buscan hacerse de la paternidad de las marchas contra Trump.
¡Hasta en la unidad estamos divididos! Todo, por ausencia total de
liderazgos sólidos, respetables, confiables y comprometidos con el país.
Lastimosamente, es una realidad inocultable. No hay quien abandere al
país; nadie en quien depositar la dignidad y soberanía mexicana, sino en
nosotros mismos.
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